Cuando os conté mi historia os expliqué rápidamente cómo fueron mis TRA, pero no
profundicé en detalles y me quedó la cosa de haber pasado de
puntillas.
Empezaré hablando
de mi FIV. Como os conté aquí, la estimulación para la in vitro no
fue bien desde el principio.
Comenzamos el día 3
del ciclo con 300 de Fostipur y a partir del día siguiente cambiamos
a 225 y añadimos 75 de Menopur.
En las primeras
ecografías de control no aparecían folículos y luego sólo se veía
uno que no crecía, con lo que me hicieron analítica para ver cómo
estaba la hormona antimülleriana y ver si podíamos seguir o no.
Durante el tiempo de
espera para los resultados, decidimos ir a dar un paseo mi marido y
yo. Era mucha presión y estallé en lágrimas diciéndole que si mi
cuerpo me impedía ser madre biológica quería intentarlo con óvulos
de donante. La idea siempre me rondó por todos los altibajos de esa
estimulación ovárica, pero nunca lo había verbalizado con él por
miedo a adelantar acontecimientos y por un poco de superstición, por
qué no decirlo...
En esa interminable
media hora le expliqué todo lo que hasta entonces sabía del proceso
y le conté que necesitaba sentir crecer a nuestro bebé en mi
interior, darlo a luz, alimentarlo... Y todo eso no dependía de si
mis ovarios eran capaces de producir óvulos.
Él al principio fue
reticente, porque le costaba asumir la idea de tener un hijo que no
se pareciese físicamente a mí. Siempre hemos fantaseado con los
parecidos y renunciar a eso no siempre es fácil, aunque ahora me
parezca una trivialidad.
Cuando me trasladó
sus inquietudes dejé de llorar y le dije que se tomara su tiempo
para pensarlo, que era una decisión en la que tendríamos que estar
los dos al 100% unidos. No quería presionarlo con ello. Pero unos
minutos después me dijo que ya estaba bien de sufrir, que iríamos a
por nuestro sueño y se iba a dejar de detalles y “tonterías”,
que sabía que llegaría el día en que me quedase embarazada, daría
a luz a nuestro hijo y que estábamos los dos juntos en eso. Era
justo lo que necesitaba oír en ese momento. No puedo estar más
agradecida a la vida por haberme puesto en mi camino a una persona
tan maravillosa como mi marido.
Al volver a la
clínica el resultado de la hormona fue bueno y decidieron continuar.
Subimos las dosis a 300 de Fostipur y 150 de Menopur en el día 7 del
ciclo. Llegaron a crecer hasta 5 folículos de buen tamaño en uno de
mis ovarios y otros dos más pequeñitos, así que imaginaros la
explosión de alegría ante la noticia. Me faltó tiempo para
contárselo a mi marido y nos volvimos a llenar de esperanza.
A partir del día 11
del ciclo añadimos a la pauta establecida, 0,25 de Orgalutrán hasta
el día 14 del ciclo (tres pinchazos al día para una belonefóbica
no está mal, todo por la causa!) y el 15 por fin cambiamos todo por
250 de Ovitrelle. Descansamos un día y llegó el ansiado día de la
punción.
Pero las malas
noticias no habían acabado, porque finalmente, sólo pudieron
recuperar 3 ovocitos que no fueron buenos. La endometriosis había afectado tanto a mis ovarios que no podíamos continuar.
Cuando nos dieron la
noticia, yo aún estaba aturdida por la sedación de la punción, y
la verdad es que me quedé igual. Fue raro. No puedo decir que lo
esperara, porque realmente estaba segura que al menos dos o tres de
los cinco que se veían en las ecografías serían válidos, pero
estaba tan acostumbrada a tener malas noticias que no me sorprendí.
Nos dijeron que valorarían nuestro caso para informarnos de las
siguientes opciones y nos quedamos solos en la habitación.
Fue salir la
ginecóloga por la puerta y mi marido se sentó en la cama junto a
mí, se me abrazó llorando durante minutos y minutos. Yo tampoco
pude contener las lágrimas, pero sentí que él estaba sacando ahora
lo que en todos estos años se había guardado y tenía que
acompañarle sin palabras en su desahogo. Sabía que él necesitaba
eso más que nada.
En ese momento me
dijo que no quería que volviese a pasar por lo mismo y que si alguna
vez había tenido dudas, ahora estaba completamente seguro de la
ovodonación.
Era momento de
recomponer juntos nuestros pedacitos y volver a la carga con energía
e ilusión a raudales.
Y en esas estamos.
Tachando cada día en el calendario para la próxima cita y cruzando
los dedos para que no surjan más esperas y complicaciones y poder
ir, por fin, a por nuestro amado bebé.